Que los precios de la vivienda no son los del año 2006, es una realidad innegable.
Tampoco parece que los panoramas económico y demográfico permitan pensar que de aquí a 5 ó 10 años se produzca otra burbuja inmobiliaria y las viviendas se disparen como en la década 1996-2006.
La aparición de circunstancias sobrevenidas, como el actual COVID-19, que está lastrando la economía, nos presenta un horizonte en el corto y medio plazo, en el que los precios, a lo sumo, se mantendrán.
En este contexto, un buen agente inmobiliario debe ser capaz de hacer ver a los propietarios vendedores que antes de empezar a vender un inmueble, el precio debe ajustarse a la realidad actual del mercado.
Primero habrá que desarrollar unas acciones de marketing, para que entre todas las viviendas similares a la suya que estén a un precio acorde, la suya destaque y atraiga más.
Después, es necesario que el propietario se deje aconsejar y se plantee la venta de la vivienda de forma práctica y objetiva, y que sea consciente de la pérdida de interés de los potenciales compradores si la vivienda está a sobreprecio.
El planteamiento correcto es evitar llegar a la situación en que la venta se convierta en una necesidad y nos veamos obligados a rebajar y firmar por debajo del precio con el que se debería haber salido al mercado en su momento inicial, y además, sin haber podido disponer de liquidez en todo el período y habiendo tenido que hacer frente a los gastos que genera la posesión.
Tan pronto como su propiedad se ponga en el mercado, se generará mucha actividad.
Si la propiedad está a sobreprecio en ese momento, perderán interés.
Si está a un precio competitivo, mayor interés tendrán.
Pero si ud espera para ajustar el precio de venta, en la mayoría de las ocasiones será muy tarde, pocos se darán cuenta, y otros muchos ya habrán comprado.